Como no podía ser de otra manera, los jóvenes fueron también protagonista en el acto de celebración del 10º Aniversario de la Fundación Ángel Tomás. Las experiencias vividas por chicos y chicas que han pasado por alguno de los proyectos de la entidad fueron el mejor ejemplo de cómo la Fundación y sus educadores trabajan en la promoción de las personas para que desarrollen y sean capaces de desplegar sus capacidades y su potencial.

Por: FISAT

Segundo García, secretario de la Fundación Ángel Tomás, planteó a los entrevistados, cuatro jóvenes y dos educadores, cómo habían vivido o viven su paso por la Fundación. Fueron testimonios que revelaron el proceso vital de personas que partiendo de una situación de desventaja han logrado ser sujetos de derecho, con pleno protagonismo en la dinámica de la sociedad.

ISRAEL

Israel entró con 15 años en la Casa Don Bosco de Burriana, un centro de menores; cumplida la mayoría de edad vive en el Piso Buzzetti, una vivienda de emancipación de la Fundación, y estudia grado medio de comercio exterior. Lo que más valora Israel es el acompañamiento y el cariño, “me han acompañado durante estos tres años como si fueran mis padres, me he sentido muy querido y apoyado”.

LORENA Y MARTA

Lorena y Marta fueron de niñas al Centro de Día Don Bosco, en aquel momento todavía era un PAE (Proyecto de Apoyo Educativo). Actualmente Lorena estudia veterinaria ecuestre y Marta trabaja en una farmacia. Del PAE se llevaron buenas amistades, una estrecha relación con sus educadoras a las que consdieran de la familia; pero sobre todo confianza en ellas mismas, “me inculcaron que tienes que superarte, no tienes que conformarte y puedes llegar a conseguir todo lo que te propongas pese a las dificultades que tengas, tú eres igual que todos los demás”, explicaba Lorena.

«Para mí han sido una gran familia en la que siempre he podido ser yo misma«, destacó Marta

KEITA

Keita es cocinero. Vino de Guinea Conakry a España con 15 años, y tras vivir en un centro de menores, con la mayoría de edad llegó al Piso Magone, una de las viviendas de emancipación que la Fundación tiene en Valencia. Keita reitera lo difícil que es vivir alejado de la familia, de sus padres y hermanos. “Echas mucho de menos a la familia y es muy importante que haya alguien que se preocupe por ti y te pregunte cómo estás. Para mí es fundamental”. En el piso Magone encontró ese apoyo y ese cariño que le mantuvieron en Valencia pese a que Keita siempre tuvo la tentación de volver a su país. Pero comenzó su formación en el Taller de Hostelería de la Fundación Ángel Tomás y  encontró trabajo en varios restaurantes importantes en Madrid y en Barcelona, donde adquirió mucha experiencia.

Volvió a Valencia y con 24 años ha pasado de cocinero, a jefe de personal de cocina de cuatro restaurantes con 60 personas a su cargo, y en la actualidad es director de una cadena de restaurantes.

LUIS MIGUEL Y SONIA

Pero la acción transformadora del empoderamiento no sólo afecta a los jóvenes, y a las niñas y niños destinatarios de la Fundación, también a sus educadores que trabajan en su consecución. “Soy quien soy hoy en día gracias a los salesianos y a la Fundación”, explicaba Luis Miguel, educador desde hace 8 años en la Casa Don Bosco, “ocho años muy productivos y llenos de experiencias”, enfatiza. “No imaginas que un trabajo pueda cambiarte la vida de esa manera. Yo he encontrado una familia, me he sentido acogido y he aprendido muchismo de los chicos y chicas”. Compara su trabajo con una montaña rusa “porque hay momentos duros pero también hay momentos espectaculares”.

Sonia lleva 20 años como coordinadora del Centro de Día Entreamics, en la avenida de la Plata. A esta plataforma se le ha sumado hace un año el Piso Maín, la primera vivienda de emancipación para chicas que ha puesto en marcha la Fundación Ángel Tomás.

“Trabajar en esto transforma”, explica Sonia. “Apostamos por la transformación de nuestro alrededor y de la gente que tenemos cerca para que sus vidas vayan mejorando pero realmente lo primero que se transforma es la persona, el educador. Los valores de la vida te los da la entidad porque los salesianos tienen mucho peso pero también el trabajo con ellos”.

Y además asegura: “Este trabajo engancha. Trabajar con personas, acompañarlas y ver su crecimiento, te hace a ti estar feliz. Ves que ellos son cada vez más felices, les acompañas en que tengan una vida más digna, llena de oportunidades que no tienen, por circunstancias. Aunque es un trabajo duro porque trabajar desde la dificultad y el sufrimiento de las personas no es fácil, hay una retroalimentación muy positiva”.