El Taller de Cine Don Bosco, en el que participan jóvenes de las Plataformas Educativas Sociales de Valencia y Burriana, es mucho más que una actividad sobre cine. En la nueva sesión se han trabajado las fortalezas de los chicos y las chicas, han vencido sus temores y han compartido historias personales.

Por: Pastoral FISAT

El pasado sábado se dieron cita en Salesianos San Antonio Abad de Valencia los integrantes de Taller de Cine Don Bosco de la Fundación, desde las plataformas sociales de Burriana y la ciudad de Valencia. El objetivo era adelantar la creación de un cortometraje con el que presentarse al I Concurso de vídeo vocacional Ven y verás.

Cada participante debía pensar qué habilidad especial tenía y la forma en la que la podía presentar. Cantar, dibujar, hacer trenzas, tocar la guitarra, ayudar a los demás… un abanico de talentos que hacen únicos a cada uno de los chicos y chicas. Cualidades con las que pueden dar salida  a sus inquietudes, expresar sentimientos o, simplemente, sentirse realizados.

Venciendo sus temores, fueron desfilando delante de la cámara, sin artificios, y desnudando sus historias personales. Gracias al ambiente creado de confianza y comodidad, fueron capaces de abrirse  a los compañeros y a los futuros espectadores del corto. Un ejercicio en el que dieron mucho más de lo que se esperaba, y que provocó un nudo en la garganta en sus educadores en más de un momento.

Fuera de cámara, pidieron también a sus educadores que contaran cuáles son sus habilidades especiales y las dificultades que han encontrado para desarrollarlas, gracias a lo que generó un momento de conexión entre todos los participantes. Compartir tiempo, espacios, vivencias, es motor de relación educativa y marca puntos de inflexión en las trayectorias vitales, de jóvenes y de los profesionales que les acompañan.

Para ver el resultado del trabajo, habrá que esperar a que el equipo monte la película y cruzar los dedos para desear la mejor de las suertes en el concurso. En cualquier caso, lo vivido por los asistentes ya es, en sí mismo, la mayor recompensa.